Black Friday

El
modelo de Martín y Sicilia transita hacia la transformación. No es común
encontrar artistas que parecen deshacerse en lugares comunes, lugares secretos
y conocidos a un tiempo, fragmentos reconocibles, pedazos de lo travestido a
traje y corbata. Lazada al cuello en un entorno desahuciado de metal retorcido.
En esta ocasión crean modelos para sí mismos e imágenes de sí mismos.
Instalaciones que se convierten en arquitecturas vivas, latentes. Black Friday
confirma a estos jóvenes creadores como detectives salvajes, a modo de Bolaños,
por la exploración de la sociedad que efectúan casi constantemente en sus
creaciones. La materia pierde organicidad a pesar de su verismo visual y se
convierte en idea, puro concepto anárquico. Así la superficie subsiste en un teatro
de cartón piedra.
Es
mas, una obra siempre está ligada a su contexto, aún siendo su premisa
fundamental negarla. ¿Cuántos años pasarán hasta que unos artistas locales
vuelvan a decir tanto en tan breve espacio de tiempo? Un día toca y es
señalado, presto a construir, no está en sus manos elegir cuando acaba ese
toque, aunque suene profético, divino; compuesto de distorsión y pura
volubilidad, creando imágenes de textura marginal, realidades
sobredimensionadas sobre una apuesta necesaria, la comunicación directa con el
espectador a través de sus instalaciones. Acciones vinculadas a lo privado, al
espectro moralizante del pensamiento individual, de las múltiples percepciones
de la realidad y sus diversos caracteres perceptivos. De modo que cada uno ve lo
que ve de un modo identificativo y universal.
Black
Friday se convierte en un espectáculo orquestal, que enfrenta a los artistas
cara a cara, con una aparente ausencia de coordinación de significados entre
los diversos elementos. Crean un canon propio, un ritmo que se repite entorno
al tránsito del espectador  a través de
las salas que componen la nueva obra expuesta en TEA. A veces paseo
barroquizante y simbólico, a veces camino provocador, solitario y anulador del
sentido espacio temporal. Donde es absolutamente contraria a convencionalismos
la chatarra que rodea a los artistas, la inmundicia, de esta sociedad
fragmentada paridora de excrementos que implican esa pérdida de energía de la
que hablaba Artaud en su poemario sobre la fecalidad. Esas inmundicias se
elevan al rango de elegías y parecen danzar alrededor de unas figuras
redentoras, pues es la mirada del artista la que da nuevos significados e
interpretaciones a la realidad. Transforman el espacio y el tiempo en piruetas
rítmicas, jugando con lo absurdo, lo conceptual, lo cinematográfico, lo
literario y lo literal, esa literalidad del hiperrealismo a goterones y
perfiles recortados, funcionan como bofetadas visuales.
A
pesar del obvio carácter expositivo, se difumina la frontera entre la obra y el
espectador, no hay pasividad en la contemplación, la mirada se convierte en la
obra misma, en parte de ella. Partícipe de la pelea disecada, del toreo
político y estético que supone una obra cargada de sentido y concepto analítico
de la sociedad.
Y
lo más importante de ese negro tránsito ceremonial, que parece ser este
“viernes negro”, al que invitan es la posibilidad de acceso a las tripas de la
obra, son trabajos pictóricos que se rodean como esculturas. El negativo casi
fotográfico que ofrecen en su última exposición parece semejar las estructuras
internas de la sociedad, los sofisticados mecanismos disfrazados de simpleza
que manejan las estructuras de poder. Martín y Sicilia van un paso más allá y
muestran la podredumbre de este caduco sistema en forma de epidemia por la
abominable mercadería, de anverso y de reverso. Dos caras de la misma moneda
como así bien lo representa Black Friday I y II. Así pues, levantarse y caminar
junto a este tipo de miradas críticas es lo que le queda al común de los mortales,
porque “… Allí donde huele a mierda huele a ser. El hombre muy bien habría
podido no cagar, no abrir el bolsillo anal, pero eligió cagar como habría
escogido vivir en lugar de consentir vivir muerto…”, reiterando las palabras de
Artaud, la pérdida de energía que supone nuestra fragmentación matutina no es
tema baladí, pues es de visionarios/artistas vivir rodeados de lo excreta la
sociedad y usarlo para tejer una masa uniforme y real de crítica.
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