Indagaciones

Es la función última de un artista
permanecer en constante indagación, en la búsqueda de nuevos marcos de lenguaje
y emotividad. Juan José Gil en su obra más reciente, Juan José Gil 2000-2010, indaga en la pluralidad de la imagen
nacida del subjetivismo. Surge el ritmo gestual que pone en tela de juicio el
impulso de su obra precedente, en una lógica evolutiva, en una misma
espiritualidad  y manera de concebir el
hecho artístico que le invade allá por el año 78, en la serie Pintura-Pintura
tras dejar el prolífico grupo Contacto-1.

En esta última década existe un hilo
conductor que origina el atar indisoluble. Dos formas dispares de retratar la
realidad  que para Gil supone el
revelar,  apartar del ocultamiento. De la
abstracción más pura al naturalismo más antagónico. Enlaza  toda la serie a través de la línea y el
color, aglutinantes de gran calado en toda su trayectoria artística.

Gil requiere permanecer en la
introspección del proceso artístico, concibe la pintura como acto de revelación
del mundo exterior, como un acto próximo a lo místico. Invade al espectador que
se adentra en la “caverna” de Gil: luz atenuada, los sonidos se minimizan y la
visión de la obra sólo se acompaña de su propia respiración.



La
obra de Gil se pasea y se construye en la serie Puertas, donde se componen y se sustraen las formas. Línea y color
dominan el espacio pictórico en un juego de sonoridad deliberada. Construyen la
estructuralidad sin un límite preciso, adoptando una posición de infinitud
acentuada por los cuadros-planos que actúan como generadores de espacios. Elogio a la salida XVII (2005) como
puerta sin anclaje a lo terrenal, puerta ingrávida que se pierde y transforma
en la negrura difusa de la memoria. Puertas
II. Serie Polis
(2004) conjunto de la sincopa  y vida infinita, imbuida en la curvatura
precisa, densa como la calima. XI. Serie
Polis
(2002) lo táctil y lo visual de la construcción canaria aparece como
sello identitario, insular, el surco inacabado, metáfora de las casas que
crecen por adición. Flota en la nada y el peligro de caer viene mitigado por la
presencia de tres formas geométricas: roja es la luz, blanca, la arquitectura y
el mar táctil de  textura rugosa brilla
en microesferas.

Es un error creer que la unidad de la
obra significa su clausura. Gil transita libre de un modo a otro, de un estilo
a otro. Si primero surge el lenguaje abstracto, sustentado sobre el placer de
la pintura pura en campos de color que oscilan entre suprematismo y
expresionismo abstracto, ahora hay un homenaje notable al lenguaje de la
generación de los 70, un informalismo aderezado con tintes neorrománticos.
Protagonismo de la textura, la mancha (Volcán
sobre el osario
, 2009 y Solapón gris,
2009), la pesadez de la figura humana como víctima en un espacio indeterminado (Lluvia de cemento, 2009) los limites de
la isla-casa confinada por la alta línea del horizonte (Serie Ciudadanos del mar, 1991). Réquiem por un barranco (2009), oda a un emblema geográfico entre
la lividez de los colores mortecinos y el deseo de adentrarse en la masa
informe cuya negrura espesa recuerda lo imponente de la naturaleza.

El paseo se vuelve tránsito .El ámbito de Demiurgo (2010) y El océano maquina con la isla (2010),
obligan a un discurrir del ojo, a un paseo literal. De función casi teatral,
grandes telones se convierten en metáfora de la soledad y aislamiento,
naturaleza que se presenta desnuda y cruda. Es la ausencia de horizonte lo que
dramatiza, en El ámbito de demiurgo
acentuada por la extraña luz que invade el paisaje, ocaso y crepúsculo,
confirieren un carácter mágico-poético y la disparidad del significado conforma
un todo armonioso. El océano maquina con
la isla
, isla rodeada de un mar intempestuoso, mar como cárcel sin
horizonte-salida. La ausencia se torna excusa para la creación. Es la ausencia
en todas las obras el producto último de la indagación.
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