La fiesta no es para todos de Joaquín Artime, última muestra individual que ha presentado en la galería valenciana Misterpink Contemporary Art Projects, parte de la idea de lo festivo como elemento diferenciador de posiciones sociales, poderes y reconocimientos de clases, que en palabras del artista se desarrollan a través de las nociones de juego, poder y excesos. Se trata de un relato instalativo con una dimensión social vinculada directamente al tejido cultural y su sistema de relaciones.
El espacio de la galería es el lugar del acontecimiento artístico, como es habitual, pero desde un plano desmesurado y con una concepción estética festiva que se irá activando a lo largo del tiempo que permanezca abierta. Ese proceso en el que los elementos de la “fiesta” se van a ir construyendo o juntando es fundamental en esta intervención. El artista desde el inicio del recorrido -a la entrada del espacio- ofrece distintas lecturas alegóricas, es decir, lo que no tiene una imagen específica en esta fiesta se convierte en palabras, letras y símbolos textuales que intensifican la reflexión sobre la idea de que lo festivo se desarrolla en función del o la otra/o excluido. La capacidad de exclusión que tienen los distintos campos relacionales de la sociedad —desde el ámbito cultural, económico, político, hasta la idea de lo colectivo como una forma de dejar fuera lo que no está dentro del círculo de reglas específicas— es el ingrediente que posibilita la construcción de un lugar literal, el de la fiesta a la que no te han invitado. Ese lugar literal es la reflexión plástica del lugar social y esta instalación con obras de sitio específico e independientes es muy sensible al contexto que la produce. A partir de la idiosincrasia de la fiesta se pone sobre la mesa la capacidad que tiene el gesto artístico de participar del juego de relaciones mediante una participación proactiva dentro de los imaginarios de la colectividad pensada desde el arte —la comunidad artística está integrada por lo que está dentro y por lo que permanece fuera—.
En La fiesta no es para todos, la especificidad del lugar de celebración es lo más interesante, pues reflexiona sobre su encuadre físico. Es decir, es el espacio de una galería que se abre a un entorno concreto e interviene un paisaje alegórico delimitado por la dimensión social específica del mismo, esta “doble contextualización” del arte que enuncia Juliane Rebentisch en su Estética de la instalación, produce una serie de interpretaciones en las que los personajes de la representación se resbalan porque no se corresponden con el ideal del/la “invitado/a”, el rol aquí es difuso porque está representada tanto la persona que está dentro como la que se queda “fuera de lista”. Este desmoronamiento se ve en las propias piezas que se despliegan como acontecimientos lingüísticos de comunicación compleja, y que se basan en la afirmación de un vació evidente encarnado por la separación existencial con respecto a la/al otra/o. Tal y como se puede leer en la comunicación de la exposición por parte de la organización, “Agustín Fernández Mallo recoge en Joan Fontaine Odisea [Mi deconstrucción] (2001-2002) una frase que se atribuye a Étienne de Beaumont, “Las fiestas se dan sobre todo para aquellos a los que no se invita”, la separación entre dentro y fuera marca el límite de la intersección entre ambos lugares y la excitación que produce encontrarse en el lugar “equivocado”.
Trabajar esta fiesta desde el gesto artístico supone crear una ilusión a través de la complejidad emocional que requiere la acción de posicionarse social e ideológicamente. Y esta, la propuesta, está deliberadamente fuera pero crece perpetuando la escena interior y socavando la sensibilidad de los cuerpos que allí se puedan encontrar.
Esta fiesta que no es para todas, muy probablemente para nadie en realidad, produce una sensación particular que es la que permanece en el cuerpo cuando la celebración se ha acabado, cuando el evento ha tenido lugar y quedan todos los elementos en el espacio que de una forma narrativa constituyeron la historia de la fiesta a un nivel estético y de representación. Lo que nos quedamos o lo que permanece es una especie de zumbido constante que se instala en la cabeza. Este tinnitus es lo que de inmaterial tiene la apoteosis festiva. Joaquín Artime lo que hace es vaciar cualquier festejo de eso que lo define: el orden temporal de su acontecer. Y esta es la forma en la que el artista nos muestra una de sus propuestas más relevantes y maduras de su trayectoria y en la que el espectador es tocado a través del ritual de la fiesta.
Más que un espacio que evidencia la exclusión, es un lugar en el que el dispositivo desplaza y produce un abandono, demostrando que el sueño de la fiesta colectiva es más artificioso de lo que cabría esperar. En relación a su capacidad instalativa y a su teatralidad, expone la crítica a la exclusión como una complejidad no conocida hasta ahora en la obra del artista, donde a las/os visitantes se les da un rol abiertamente activo, quizá este se puede perder en el hilo de brillo y letras troqueladas pero es un espacio en el que puede llegar a tener una cierta capacidad de decisión.
A través de la improvisación que se da mediante la interacción de los/as visitantes, que de alguna forma completan con sus gestos y movimientos lo que de acto artístico tiene esta muestra, se articula un rompecabezas lingüístico que cuestiona el sistema de relaciones sociales. De esta forma, de lo improvisado se instituyen otros movimientos dentro de las esfera del arte con una producción de conocimiento que resulta de baile de cuerpos que activan el espacio, y de la radical forma de solucionar la parte textual y de comunicación de cualquier proyecto expositivo que pone de relieve que la palabra existe antes de que podamos pensarla, leerla o escribirla.
Joaquín Artime hace su propia fiesta, que es más fluida, menos segmentada y no se guarda el brillo solo para sí. Simplemente nos comunica: te han invitado a una fiesta que ya acabó y que se va a celebrar de atrás hacia adelante, empezando por el final. La fiesta es reversible, es un cuerpo excluido e incluido. Pero si empezamos por el final es probable que ya no quieras volver a salir. Si te quedas: es ahora y solo ahora.