Enviadme a los hombres. Me
los tragaré y los vomitaré renovados.
los tragaré y los vomitaré renovados.
Mircea Eliade[1]
La acción de digerir tiene que ver con un proceso de cambio, de transformación de un estado a otro. La deglución es inherente a todas las culturas y esto tiene que ver directamente con aspectos relacionados con la representación. El paso del alimento de la boca a la faringe forma parte del proceso de la alimentación física pero, en culturales rituales –preguntémonos cuáles no lo son-, también lo digerido a través de la acción de tragar, procesar y expulsar forma parte de lo simbólico y de la ordenación del mundo. De una parte se produce un producto asimilable para un contexto u organismo concreto, y de otra una degradación o destrucción de una sustancia devorada. Partiendo del concepto de antropofagia, una contestación a una forma de producción colonial –en la noción de lo externo al cuerpo local-, la cuestión de la digestión se aborda aquí como un concepto reestructurado, a partir de una visión entendida desde una esfera cultural.
Esto remite al manifiesto antropófago de Oswald de Andrade que proponía el concepto de antropofagia –aspecto que vertió lecturas exóticas desde ojos
europeizantes- como un paradigma de la construcción de una cultura contemporánea en Brasil. “La antropofagia de los indios americanos fue un tema recurrente en la literatura colonial. A través de ella se construyó un tipo de representación sobre el indio”[2]. Lo que planteaba este autor no era más que el proyecto de un viraje crítico hacia la cultura y los roles de representatividad social. Este concepto ocupa un papel central en el análisis de esta muestra, despojando lo que de creación nacional tiene -lo que se toma es la persistencia identitaria que funda esta postura cultural-, para incorporarlo a una forma de entender ciertas producciones artísticas, es decir, a partir de la acción de lo digerido se analizan
diferentes cuestiones tan equidistantes a priori como el canon de representación masculino, el engullimiento de imágenes en redes, los procesos abiertos que atienden a lo informe, residual en incluso lo borroso, etc. Así, ofrecer la tangente de un camino de interpretación a niveles críticos es lo que se propone Lo digerido, por confrontación o por inmersión frente a distintas circunstancias: la realidad de la violencia barrial, los límites de la digestión colectiva, la fragilidad del canon de representación, las fábulas, la necesidad de construir un espacio de silencio, son todos procesos de digestión donde lo cotidiano y lo esencial existen mutuamente alimentados. Atendiendo a la naturaleza de las piezas aquí reunidas, en cada uno de los artistas la cuestión de la digestión está abordada desde diferentes posicionamientos donde lo político es el cuerpo educado de la masa social, por lo que devorarse a sí misma es quizá la manera más plausible de contar otra historia.
Esto remite al manifiesto antropófago de Oswald de Andrade que proponía el concepto de antropofagia –aspecto que vertió lecturas exóticas desde ojos
europeizantes- como un paradigma de la construcción de una cultura contemporánea en Brasil. “La antropofagia de los indios americanos fue un tema recurrente en la literatura colonial. A través de ella se construyó un tipo de representación sobre el indio”[2]. Lo que planteaba este autor no era más que el proyecto de un viraje crítico hacia la cultura y los roles de representatividad social. Este concepto ocupa un papel central en el análisis de esta muestra, despojando lo que de creación nacional tiene -lo que se toma es la persistencia identitaria que funda esta postura cultural-, para incorporarlo a una forma de entender ciertas producciones artísticas, es decir, a partir de la acción de lo digerido se analizan
diferentes cuestiones tan equidistantes a priori como el canon de representación masculino, el engullimiento de imágenes en redes, los procesos abiertos que atienden a lo informe, residual en incluso lo borroso, etc. Así, ofrecer la tangente de un camino de interpretación a niveles críticos es lo que se propone Lo digerido, por confrontación o por inmersión frente a distintas circunstancias: la realidad de la violencia barrial, los límites de la digestión colectiva, la fragilidad del canon de representación, las fábulas, la necesidad de construir un espacio de silencio, son todos procesos de digestión donde lo cotidiano y lo esencial existen mutuamente alimentados. Atendiendo a la naturaleza de las piezas aquí reunidas, en cada uno de los artistas la cuestión de la digestión está abordada desde diferentes posicionamientos donde lo político es el cuerpo educado de la masa social, por lo que devorarse a sí misma es quizá la manera más plausible de contar otra historia.
Los artistas que participan en la muestra de alguna forma conectan con la idea de
la digestión desde un proceso diferenciado en cada caso. Dalila Gonçalves con Sin título. 2017, una pieza en forma de ticket de tienda de víveres, nos remite directamente al proceso de la propia artista, en el que a través de trasformación material se recurre a la perpetuación de un estado simbólico. En este caso, un ticket de compra de una tienda cualquiera, con un papel seriado, frágil y de un solo uso se transforma en una pieza de porcelana que le despoja del carácter aleatorio en cuanto a su uso. Este ticket de alguna forma representa un estado de consumo capturado, inamovible y netamente capitalista. Un consumo que tiene que ver con la transformación continuada del contexto natural y social de la colectividad.
la digestión desde un proceso diferenciado en cada caso. Dalila Gonçalves con Sin título. 2017, una pieza en forma de ticket de tienda de víveres, nos remite directamente al proceso de la propia artista, en el que a través de trasformación material se recurre a la perpetuación de un estado simbólico. En este caso, un ticket de compra de una tienda cualquiera, con un papel seriado, frágil y de un solo uso se transforma en una pieza de porcelana que le despoja del carácter aleatorio en cuanto a su uso. Este ticket de alguna forma representa un estado de consumo capturado, inamovible y netamente capitalista. Un consumo que tiene que ver con la transformación continuada del contexto natural y social de la colectividad.
En Ánodos/Kátodos 1 y 2, Ángela Cuadra genera una pintura de reacción en la que el material pictórico está sujeto a diferentes cuestiones como la pincelada, la fuerza, la aglomeración de materiales no pictóricos, etc. Esta es una pintura que habla de la reducción a través de lo digerido en ese proceso reaccionario. Es quizá la obra más
simbólica, pues para la artista remite a un estado de conciencia colectiva en la que sus lecturas e investigaciones de los ritos de paso de tribus y las cuestiones que tienen que ver con la antropófagia o la deglución espiritual a nivel colectivo en torno a una deidad que “simbólicamente” se traga al “hombre”, en muchas culturas populares la cuestión de tragar tiene que ver con una posición masculina como rito de paso hacia otra cosa, una transformación, mientras que cuando se habla de la mujer es en modo sacrificial, donde no se traslada el individua de un estado a otro si no que se pierde de alguna forma para siempre.
simbólica, pues para la artista remite a un estado de conciencia colectiva en la que sus lecturas e investigaciones de los ritos de paso de tribus y las cuestiones que tienen que ver con la antropófagia o la deglución espiritual a nivel colectivo en torno a una deidad que “simbólicamente” se traga al “hombre”, en muchas culturas populares la cuestión de tragar tiene que ver con una posición masculina como rito de paso hacia otra cosa, una transformación, mientras que cuando se habla de la mujer es en modo sacrificial, donde no se traslada el individua de un estado a otro si no que se pierde de alguna forma para siempre.
Con Storage, la pieza de Jimena Kato, directamente está generando un almacén o “almacenaje” en el que la deglución de un caramelo que se va disolviendo en la lengua tiene que ver con el consumo popular y con una forma de entender el proceso artístico como eso mismo, un proceso. Esta pieza tiene que ver con la concepción escultórica del trabajo dela artista, una escultura activa, activada por la propia artista. Este es un trabajo simbólico de transformación a través de lo digerido.
Esther Gatón es una artista que desde los códigos de la escultura traduce en sus dibujos las preocupaciones espaciales de sus propias esculturas “blandas” en las que la preocupación por el cuerpo ocupa un lugar central. En Skin grafting en Los Vados, una serie de 9 dibujos, todos los giros de grafito y color tienen que ver con las torsiones del cuerpo humano, con la dobles de las muñecas, rodillas y el resto de articulaciones, los giros de cuello, el movimiento de la cadera, etc. Es un proceso de transformación del cuerpo. Ese cuerpo que simbólicamente es el protagonista del manifiesto antropofágico con el “Avaporu” de Tarsilo do Amaral como emblema de esa blandura, de esa forma digerida del cuerpo transformado.
Marta Pujades, con la serie de fotografías Hombres coronados representa a hombres relacionados o comprometidos con el feminismo tocados con coronas de distintas flores. La artista desde una posición naturalmente feminista rompe y transforma, es decir, digiere, todo el imaginario de representación femenina y masculina a través de un proceso de apropiación y transformación iconográfica.
Marlon de Azambuja en Pangea choco juega con una dualidad de significados y con la poesía del ensimismamiento. Por una parte estamos antes una Pangea, la representación de la tierra en movimiento, de un todo que alberga todo significado. Y por otra, nos encontramos ante una taza de leche y chocolate activada en reversa en la que el chocolate se va disolviendo. Pasa de continente, estado material sólido, a océano, lo líquido. Este es otro proceso digestivo en el que no solo se habla a nivel formal y metafórico, sino que se relaciona el estado de ensimismamiento con una forma de producción.
Patricia Fernández Antón con la pieza Las imágenes del día parte de las formas contemporáneas de consumo visual, donde el flujo de información es cada vez más amplio, diverso, sesgado. El ojo humano está totalmente incapacitado para poder digerir tal avalancha informativa con lo que se acaban mezclando noticias de diferentes orígenes, serios, populistas o de redes sociales. Esta incapacidad para poder gestionar esta alimentación continuada de información es lo que representa esta pieza enrollada en la que con grafito se fijan imágenes procedentes de diferentes medios de comunicación y redes sociales con una inconexión narrativa entre sí, es decir, sin la posibilidad de entender dentro de la maraña de imágenes qué nos están diciendo.
En el vídeo Resiliencia de Christian Salablanca, se entrevé el nodo principal que se encuentra en la forma de trabajo de este artista, que tiene que ver con los procesos de violencia barrial que desde su formación temprana forman parte de sus obras. Natural de un barrio de Costa Rica con grandes problemáticas sociales que llevan a la violencia, esta pieza tiene que ver con la capacidad moldeadora de este estado social, a través de la fuerza propinada por la mano una sustancia, en este caso, plastilina se va transformado, se va moldeando a través de una acción que se convierte en la digestión social. Lo digerido es una pieza más fuerza formada por la fuerza o unos fragmentos totalmente destrozados por la misma acción.
Flor del guisante. Variedades de Mendel de Luna Bengoechea, tiene que ver directamente, como la de Dalila Gonçalves, con el proceso de consumo pero desde un punto de vista cientificista. Este proceso, que tiene una continuidad en la trayectoria de la artista expone las formas de consumo de la soberanía alimentaria, una crítica hacia las manipulaciones genéticas de los alimentos que ataca esa indigestión colectiva a la que se está sometiendo la población a nivel mundial.
Exposición desarrollada en Espacio Dörffi -Lanzarote-.
Colabora: Fundación César Manrique.
Comisariado: Dalia de la Rosa.
Fotografías: Emilio Prieto.
Equipo de Montaje: Emilio Prieto y Lola Barrena -agradecimientos profundos-.