Maestro del Instante y el parpadeo.

«Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión…cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir».
Blade Runner
La categoría de maestro en el
arte flamenco era adquirida después de muchos años de preparación en un taller,
requería del dominio no sólo del dibujo, la composición, las luces o el
conocimiento de los episodios iconográficos más representados, la genialidad de
esas obras residía en los paños y encarnaciones de pigmentos exuberantes e
hipnóticos. El maestro era el creador de esas gamas cromáticas, de unas
turgencias hechas planicies que versaban sobre la vida elevada y mundana.
En la obra de Sema Castro el
color y las formas orgánicas están tratados con la exquisitez de aquel periodo
a nivel formal. Pero el tiempo es una variable muy importante, de hecho es la
distinción que llega a constituir la obra y de alguna manera limitarla, pues la
pureza de cada una de ellas reside en su nacimiento acelerado y agotador
mediante una sola sesión. Estas son producto de un instante o momento pregnante
en el que el movimiento empieza a ser eficaz y evolutivo. Los lienzos mantienen
la intención de una transición que no se perpetúa jamás en el mundo físico,  si no 
que se queda a las puertas componiendo unas imágenes líricas y
delicadas, efímeras como un parpadeo y juguetonas como el fuego fatuo. El
artista ama cada recoveco generado por las finas pinceladas de las que brotan
seres de otros mundos, sacados de sus entrañas.
Cada curva surgida  o arrancada por el pincel es una nota que sumadas
unas tras otras se transforman en una melodía musical, en un canto de sirenas
terrible realmente excepcional que conforma todo el tejido pictórico recreando
paisajes que jamás podríamos creer haber visto. Sema recurre a veces a nuevas  conjunciones melódicas inventando nuevos
géneros, donde coexisten los lados contrarios de la existencia, a veces parte
como base u origen de la luz y en otras ocasiones de la oscuridad. Él ve y
representa el lado paralelo de la existencia, cosas que no creeríamos por
nosotros mismos que parten de la espiritualidad de paisajes surreales,
románticos, pintorescos, a la manera de los decorados del lunático Meliès.
Un sentimiento curioso que genera
ver y penetrar en una de estas ventanas creadas por este artista es el de unión
con la espiritualidad de la que se advertía en acantilados u horizontes
románticos, pero desprovisto de miedo sólo armado con la energía de la
creación. Supera el sentido de grandeza en cuando a paisaje descomunal,
mientras que representa mundos micro-celulares cuyas formas se mueven entre
atmósferas líquidas, que mediante un proceso de sublimación convierte todo en
el instante que dura un parpadeo en vapor y bruma.
Flesh island trip se encuentra embriagada de todas estas
características y mediante intensos contrastes cromáticos que se asemejan a
salvajes latigazos de la naturaleza, asistimos al nacimiento del drama como
obra y como vida, sentimos la cercanía del júbilo y del agotamiento. Sema
castro llega a diseñar una travesía donde el límite físico es el lugar provisional
de cada tabla cuyo contenido de manera envolvente se quiebra y es capturado por
el observador, que se lo lleva consigo a cualquier lugar.

Su pintura es profundamente
paisajística, pero a modo de los surrealistas isleños, estos entornos son
imaginados, se confunden plumajes y corazas de moluscos entre composiciones
tremendamente clásicas cercanas de manera difusa a un Rembrandt o un Constable.
Podrían ser entornos de islas cercadas por alientos de formas orgánicas que
superan la categoría de ensueño para adentrarse en la realidad individual. En continua
explosión y rompimientos de gloria las formas brotan desde blancos refulgentes
casi platinos y se expande por toda la sala desligándose del límite del cuadro
y del límite de cualquier frontera pues ni un parpadeo ni las mismísimas
puertas de Tanhaüser podrían retenerlos.

Back to Top