Simulacro de Infierno

“Qué grata resulta la
vida cuando la bruma
de una dulce ebriedad
deja caer su velo
sobre las miserias de
la existencia”
Inferno. Strindberg

El espacio de la Galería Artizar
alberga los últimos no-seres escultóricos del prolífico artista Carlos Nicanor
a modo de caverna de tesoros inventados mediante procesos catárquicos y
experimentales que niegan toda conexión con el origen material de las cosas.
En el caso de las obras que
forman SinBiología el trabajo está
definido por el uso de diferentes materiales cuya conexión es la noción de
textura seductora. Carlos Nicanor juega primero con la idea de materia y más
tarde con la de incomprensión fuera de la rigidez de los conceptos artísticos
establecidos. Esta muestra supone la reunión de poemas agitadores, fragmentados
y sobre todo suspicaces. La escultura no sólo apela a la representación
material de un objeto o sujeto vivo, si no que es creada bajo el filtro de una
especie de realidad aumentada. Parte del entorno físico para alejarse totalmente
de él, no con elementos virtuales, sino con los propios elementos físicos.
Aparta esa pesada bruma de la suspicacia  con la que nos acercamos a estos objetos y se
adentra en una especie de rito alquímico, pues no hay fuego sin hoguera y no
hay producto sin líneas marcadas.
Lo que el artista expresa
contundentemente en estas obras es la indagación sobre sus propios patrones o
usos artísticos para llegar a la conclusión de que esa investigación no lleva a
nada, nada demasiado serio, nada demasiado constreñido. Sólo muestra las pautas
de los usos creativos utilizados generando imágenes identificativas. A partir
de aquí, bajo la premisa de la negación, todo artista somete su trabajo a un
doble esfuerzo: alejarse de la influencia de los existencialismos que le rodean
a nivel teórico y moverse con soltura en el tráfico acelerado de imágenes que
circulan en la sociedad. Nicanor se parapeta en este caso tras las nociones de
lo lúdico y lo sensible. Explota una vez más el carácter táctil de la escultura
jugando con el efecto somático que producen obras como Turgente o Pica I.  
Desde sus inicios Carlos Nicanor
ha dejado entrever su hermanamiento con las ideas escultóricas de  artistas como Joan Brossa, y no esconde el
sentido dual de los objetos que crea insinuando significados contrarios o
complementarios que nos incomodan desde su posición burlona. Bajo un cuerpo
turgente hay una mirada impúdica, el espectador saborea la sensación de no ser
él mismo el ser atrapado entre las fibras a pesar de serlo. Abandona la sala
con la sensación de haber tratado de desentrañar lo sucedido, de entender esas
fascinantes formas. La doblez reside en que esas oscilaciones del significado
son implosivas, vienen de dentro porque se saben no eternas.
Hay que tener cuidado con el
mundo de Carlos Nicanor porque pincha y espolea. Verse en el pellejo de Turgente  literalmente duele, por lo que se establece
una identificación inmediata entre obra y observador. Este efecto lo consigue
mediante la creación de una simulación, equipara sus esculturas con objetos
susceptibles de ser idolatrados tal y como lo es la mercancía de lujo en la
sociedad de consumo que se objetualiza hasta el paroxismo. Para esto, el
artista sustrae las cualidades biológicas o tangibles de las obras, pero
partiendo de ella y exaltando su condición plástica o artificial.
Turgente. Fotografía Galería Arizar
Este simulacro en el que el escultor
se adentra es el germen de su habitual provocación. Impone una curiosidad
compulsiva en el espectador provocada por su lenguaje innovador, brillante e
indudablemente experimental. El contacto directo con obras como Mandatario, Un guante para otra mejilla o Dentro
ofrecen una experiencia somática que apela directamente a los sentidos. Las
obras no son conciliadoras en modo alguno sino que establecen un juego que  descarna el pensamiento para dejar un hueco a
la autocrítica, cuestionando esa idolatría que generan los objetos convertidos
en obras de arte. Son elementos con cualidades casi publicitarias, son
llamativos, brillantes, provocan acciones posesivas y reflejos de quimeras a
modo de lejana música desvencijada que habla de algo que fue pero nunca pasó.
Sus cuerpos/cosa se han convertido así en simulacros.
De este modo Carlos se comporta
como un mago escapista que se desafía a sí mismo con trucos para salir de los
sitios o bloqueos más inverosímiles. Es en torno a su  obsesión por resolver problemas sensoriales sobre
la que gira su producción más actual. Como escultor sobrepasa la
insustancialidad matérica de unos cuerpos de extrañada forma, pero que parten
aún así de la fuerza de la sustancia  para
llegar a esa catarsis visual. Hablamos aquí de una biología articulada sin
lugar real, en contacto directo con lo intangible de la existencia, con su cara
oculta a modo de Inferno íntimo. Establece así al objeto escultórico como
cadáver, todo está aún ahí, aparentando la forma palpitante, pero incinerado, sin
vida.
De viaje a un lugar lejano Strindberg
diría, “me moriría esperando el acto que da la vida y perpetúa el sufrimiento ¿Por
qué no es eternidad mi destino, puesto que la materia es eterna?”. Las piezas
de SinBiología se sustentan por este fundamento de materialidad eterna. Son más
eternas que su idea misma, se vuelven tan enérgicas físicamente que de ellas
surge una utópica atracción de luz –elemento inmaterial donde los haya-
mediante la materia. Si Nicanor confirma la existencia de un infierno así,
salvemos por lo menos artísticamente nuestra humanidad estigmatizada, afectada
por un embotamiento inusitado que llega a invadir el espíritu.

Sinbiología es mucho más de lo que se llevará puesto sobre la piel el
espectador cuando salga de la exposición. Todas las obras interaccionan y
canalizan la energía empática del observador y le responden arrancándole su
pudor de un certero golpe con una morfología artística irónica y excitante. El
camino de este artista está plagado de profundas huellas que reflejan un lento
y pesado caminar sobre la realidad, pues ésta confirma la fantasía. Pasea sobre
los cimientos de la geografía de la cultura plástica actual y redefine los
parámetros de la simulación artística, muchas veces olvidados. La comprensión
de la Obra de Arte se realiza a través del retoque, es una extraña delicia
repleta de simulacros.

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