La obra está compuesta de tiempo, es una acumulación de tiempo.
Laura González Cabrera.
A Laura González Cabrera, artista de la isla de Gran Canaria, solo le interesa una cuestión en la vida cotidiana y en su práctica artística, la utilización mínima de los recursos. Esta manera de actuar en su praxis diaria es un intento por optimizarlo todo, algo que ella misma traduce de una manera muy bella: “Yo busco la austeridad en los medios”.
Quizá esta es la afirmación que define mejor la obra de Laura, una pintura austera que se centra en la relación entre palabra y materia pictórica a través de herramientas con un cierto desarrollo cientificista, pero también ligado a las formas de pensamiento poéticas y espirituales de la meditación y la conciencia de sí como cuerpo y como mente. De esta forma, la palabra y la pintura se combinan a partir de la tensión que se produce entre distintos lenguajes de codificación y de la aplicación de patrones, tramas y pautas en la superficie pictórica. Esta manera de trabajar guarda un intento constante de correspondencia con el/la espectador/a, puesto que son sistemas de codificación que le rodean en la vida diaria –desde el código binario, a la técnica del Jacquard o, más en el plano cotidiano, el punto de cruz- y que es probable que no se perciba o repare en ellos. No podemos olvidar que las imágenes de la artista son deudoras de otras de sus dos grandes pasiones, la literatura y la música, ambas ramas vertebradas y organizadas mediante estructuras lingüísticas y musicales muy complejas y que necesitan de una precisión exacta y precisa para producir el acto de ser transparentes y fluidos en su lectura e interpretación. Así, la/el espectador/a recibe algo muy cercano, pero también muy misterioso debido a la cantidad de capas que la artista deposita en la superficie de sus obras.
La artista parte siempre de un diseño previo determinado por distintas leyes provenientes de los campos anteriormente descritos y que ella misma escoge o desarrolla a partir de intereses que le lleven a ejecutar una pieza concreta. Esto da como resultado una serie de variabilidades geométricas que se transforman a través de la superposición de unas capas basadas en tres cuestiones fundamentales para ella: en números, que configuran una lógica secuencial, en letras, que llegan a configurar palabras y en el tiempo, que se configura como lugar simbólico de la pintura. A partir de aquí cabe preguntarse si lo que resulta de esta combinatoria es imagen, es texto, o una suerte de híbrido que su propio sistema de lectura. Estas imágenes-texto son también el gesto, o si queremos llamarlo así, el cuerpo que las reproduce. Laura González Cabrera reproduce cuerpo que se lee como imagen y cuerpo que se percibe como texto.
Para entender o disfrutar al máximo de su profusa producción, es muy importante tener en consideración el espacio en el que se inserta, por lo tanto registro, cuerpo y gesto en el espacio también son una pauta dentro de su práctica. La relación con el color es intuitiva y vibratoria, es quizá lo que tiene menos relación con la razón, tiene que ver con una combinatoria de colores que formula por razones de contigüidad y de lo que cada color pide a la artista.
Desde sus primeras exposiciones, todo giraba en torno al color, no en vano una de sus muestras individuales, Gramática del color, que aglutinaba sus trabajos desde 2006 a 2011, era una compilación de trabajos en los que el color aplicado a cada cuadrícula o celda contiene significaciones muy interesantes. Desde estos momentos la obra de González Cabrera incorpora el color como un gesto pautado y de desborde. Podríamos decir (¿acaso este podría ser el cuerpo de la ecuación?), que dentro de su capacidad de ordenación, el color es el elemento más libre y discordante. La cuestión corporal dentro de su plástica es una cuestión a tener en cuenta si se quiere profundizar en el trabajo de esta artista. El cuerpo se desplaza, la mano realiza un gesto contenido, tras un gesto ágil, contenido de nuevo, ágil después…
From White to…, 2011 Mural Dimensiones Variables Vista en la Sala SAA/CAAM Cortesía CAAM
Foto: Nacho González
Este cuerpo también es narración, y tras la construcción realizada a través de una cierta y acertada gramática del color, es interesante analizar la discursividad hilvanada de sus propuestas en los últimos años. Sus últimos proyectos expositivos Preludio y fuga (2016, Bibli), Fuga (2017 Fundación Canaria para el Desarrollo de la Pintura) y Refugio (2018, Galería Ángeles Baños). Para Laura González la práctica artística es un cruce entre el bagaje cultural y la propia experiencia, así que la resultante de este cruce es la narrativa. Para ella, hay que diferenciar entre los códigos de la cultura visual y la historia propiamente dicha. Este es un mapa que se construye colectivamente y para poder transitarlo la artista no lo imagina, sino que de alguna forma lo experimenta. De ahí que se sienta profundamente conectada con las escritoras de diarios, porque la intimidad desde la que se habla es lo que da datos reales de lo que hacen las personas, lo otro son códigos culturales, códigos de la historia del arte o códigos estéticos que no le hablan de la esencia de lo que para ella es la creación. Esto es importante para ella, entresacar algo genuino basado en la experiencia personal.
Esta forma narrativa que se ha fabricado ella misma en los últimos años parte de una palabra como un signo que explora etimológicamente, la somete a una deconstrucción que juega y rompe incluso la estructura. De ahí salen las formas, las cuadrículas y todo lo que compone una obra. La cuadrícula se la impone, existe una cuestión de base que es que ella no se recrea en el acto de la pintura como algo bien o mal hecho. No le interesa el virtuosismo. Se trata de una declaración de intenciones, un ejercicio que nunca se agota aunque agote el cuerpo. Prescindir de todo adorno y apostar por la austeridad es la base, es decir, utiliza la cuadrícula como una forma de limpieza y de reducción que intenta acotar la pintura a lo mínimo. Los tres proyectos expositivos antes nombrados están unidos por una vinculación con la música. Este lenguaje conecta con la artista debido a que es una forma de narración sujeta a leyes de composición que requieren de precisión matemática, pero que cuando sucede –cuando se hace sonido-, es decir, cuando se interpreta lo que ocurre el algo mágico. Pero su ejecución no es aprehensible ni lógica porque lleva a lugares muy particulares y subjetivos. La música es la práctica artística que más le conmueve de todas y esto es papable en su producción actual. Por esa precisión casi matemática de los ritmos, de la configuración y lo que sucede a partir de algo riguroso que no tiene nada que ver con el rigor. Son las dos partes de la creación: cuando se piensa y cuando se interpreta las que producen algo que conmueve y que se expande.
Por lo tanto, pintar en una retícula, es decir, restringir tanto el campo de acción hace que la concentración recaiga en la estructura, no solo de la composición en general sino también la estructura de la palabra como unidad mínima, que se puede deshacer hasta que desaparece. No se puede ser lector/a y espectador/a al mismo tiempo. Hay que elegir. Cuando se logra ver o entender una palabra concreta dentro de las obras de la artista, la inercia hace que se quiera desvelar el resto, pero eso no es lo importante para Laura González. Las palabras están veladas porque tienen que ver con algo íntimo, no tiene por qué saberse, es un juego de veladuras. Lo importante no es la palabra, aunque esté ahí y emane distintos significados y posicionamientos. Lo poderoso es el acto de pintar, el acto de estar, el acto de retener la mirada en el juego de “me ves o no me ves”.
Como vemos, es una pintura con reglas, con una estructura que se ordena a través de razonamientos matemáticos son invisibles y que no tienen por qué detectarse, porque lo que realmente se está mostrando es la potencialidad de la pintura y todo lo que puede dar de sí a partir de las restricciones que la artista ponen en práctica. Este es otro de los parámetros importantes de su obra, el trabajo en cuadrículas con códigos le obliga a esta cerca de los límites. Lo que hacen las restricciones es reducir la creación a lo mínimo posible, desde la austeridad, el pensamiento ordenado y la conciencia. Elegir la pintura es ya una restricción, el único exceso que se permite es el de su pasión por el color, pero incluso ese ámbito está sujeto a una ordenación y una restricción, elige solo uno y luego el resto está sujeto a la estructura.
Como toda estructura que se ordena en función de parámetros, la obra invita a resolver cada ejercicio, como solucionar una ecuación en la que entra el cuerpo, la palabra y el tiempo. Si nos preguntamos, otro enigma, qué importancia tiene la obra mural en la práctica de Laura González, vemos que para ella es fundamental manejar todo el proceso, estando presente. El proceso del mural dentro de una exposición suele ser un hilo conductor que enlaza todas las piezas. Por lo tanto, las intervenciones son la forma más pura de estar presente y una forma de presencia sobre todo física en el espacio, los cuadros se pueden mover pero el mural supone dejar una huella en un lugar que no se va a mover, que va a permanecer por lo menos por un tiempo. Una energía creativa que se ha corporizado. Es una apuesta por la lentitud del proceso, por la presencia en término de la definición de Merleau-Ponty –como un campo de presencia que permanece en el tiempo-. Esta presencia ralentiza la palabra en el proceso de escritura, haciéndolo lo más lento que se puede, fragmentado has su límite infinitesimal. La práctica de Laura González es una resistencia a la velocidad, entrenada en la paciencia, la atención, la capacidad de permanecer estática en un sitio, de estar presente, lenta, en atención al rastro.
Preludio y fuga, Fuga y Refugio hacen alusión a todas estas formas pictóricas que hemos mencionado. Son la concatenación de una narración velada que se despliega como las fugas musicales. La palabra fuga hace un recorrido textual y simbólico, casi de polifonía presencial donde se mezclan distintos sujetos/elementos/códigos pictóricos que se van reiterando continuamente entre las distintas piezas y que forman un recorrido a modo de texto inteligible. Las piezas de las tres exposiciones no se entienden de forma individual, sino como un recorrido temporal a lo largo de los años y espacial. De tal forma, que la obra de la artista es un continuo en espacio-tiempo y una búsqueda continua con el objeto de darle sentido a un espacio, a una superficie, al acto de pintar, a la presencia de la pintura y a percibirla in situ.
Texto desarrollado para el vídeo “Visiones contemporáneas” encargo del Centro de Arte La Regenta. Las Palmas de Gran Canaria.